Entre desafíos y oportunidades, una mirada al horizonte económico de 2025

D.V. Opinión.

Llegamos al ecuador de 2025 con la sensación de avanzar en un delicado equilibrio donde la incertidumbre convive con signos de resiliencia económica y destellos de oportunidad que invitan a no caer en el desánimo. Aunque el escenario global continúa condicionado por tensiones geopolíticas, la transición energética, ajustes monetarios y transformaciones estructurales en los grandes bloques económicos, también emergen respuestas adaptativas que merecen atención.

A escala internacional, el crecimiento económico se ha moderado hasta niveles cercanos al 2,3 %, una desaceleración motivada por el endurecimiento de las condiciones financieras, la debilidad del comercio y el menor dinamismo de las principales economías. China, si bien aún crece por encima de las economías occidentales, empieza a mostrar señales de agotamiento en su modelo productivo, lo que exige una revisión de sus prioridades internas y una redefinición de su papel en el contexto global. En Estados Unidos, tras la reconfiguración política de 2024, predomina una estrategia de contención centrada en proteger su base industrial, incentivar la relocalización de cadenas de valor y reforzar su liderazgo tecnológico mediante programas de inversión pública. Europa, por su parte, continúa enfrentando el desafío de articular una respuesta común más eficaz en un entorno global volátil.

En este contexto, la economía española mantiene un comportamiento relativamente sólido. El crecimiento del PIB se sitúa en torno al 2 %, impulsado por un sector turístico que ha consolidado su papel como pilar estructural y por la resiliencia del consumo interno. Sin embargo, persisten advertencias sobre la necesidad de diversificar motores de crecimiento, orientándolos hacia la sostenibilidad, la autonomía estratégica y la creación de valor añadido. La productividad emerge como el gran reto del nuevo ciclo, y exige situar la digitalización, la inversión en I+D, la internacionalización y la modernización del tejido empresarial en el centro de la agenda país. Las cifras de empleo siguen siendo razonablemente positivas, aunque con un foco creciente en la calidad del empleo, la estabilidad laboral y la reducción de brechas territoriales.

En Euskadi, la economía crece con moderación. El avance del PIB se sitúa levemente por debajo de la media nacional, afectado por la debilidad de la demanda exterior - especialmente en Alemania y Francia- y por un sector industrial que aún no recupera plenamente su tracción. Con todo, el nuevo Gobierno Vasco, liderado por el Lehendakari Pradales, ha reafirmado su compromiso con la industria, la transición energética y la innovación como vectores estratégicos de transformación. Resulta especialmente prometedor el impulso a nuevos sectores tractores -como la movilidad sostenible o la inteligencia artificial- y el refuerzo del ecosistema de colaboración entre administración, centros tecnológicos y empresas. El absentismo laboral, que continúa afectando a la competitividad empresarial, sigue siendo una prioridad en la agenda institucional, y cabe esperar que los esfuerzos compartidos entre administración, empresas y agentes sociales empiecen a generar resultados sostenibles en el tiempo.

La inflación, que en los últimos años ha sido motivo de preocupación, comienza a moderarse, situándose en niveles próximos al 3 %, aunque aún por encima del objetivo del 2 % que persiguen los bancos centrales. El Banco Central Europeo, con cautela, ha iniciado una senda de relajación de tipos de interés tras dos años de endurecimiento. Este movimiento ha traído cierto alivio a familias y empresas, que ganan margen en sus balances, aunque la prudencia sigue marcando el pulso inversor. La canalización eficaz de los fondos europeos, así como la activación de mecanismos que fomenten la inversión privada a largo plazo, serán claves en esta ecuación.

En el ámbito financiero, los mercados comienzan a mostrar señales de recuperación contenida. En particular, las operaciones de fusiones y adquisiciones en el middle market están ganando tracción, impulsadas por la liquidez acumulada que busca oportunidades bien estructuradas y con retornos sólidos. Este dinamismo se apoya en una creciente profesionalización de los procesos de compraventa, una mayor exigencia en criterios ESG y un renovado interés por proyectos con fuerte arraigo territorial. No obstante, los requerimientos regulatorios, la inestabilidad geopolítica y la volatilidad global siguen condicionando el ritmo y la profundidad de estas operaciones.

Mirando con mayor perspectiva, podría decirse que 2025 no está siendo un año fácil, pero tampoco uno perdido. La clave reside en mantener la capacidad de adaptación, apostar por la cooperación público-privada y no perder de vista los grandes vectores de transformación: sostenibilidad, digitalización, reindustrialización y cohesión social.

Con la llegada del verano, tiempo propicio para la reflexión y la planificación, conviene recordar que la economía -como la vida misma- rara vez transita por caminos lineales. Lo importante es no detenerse. Y si algo ha demostrado esta sociedad -desde las empresas hasta los ciudadanos- es su capacidad para resistir, aprender y avanzar.

Que este verano nos sirva, una vez más, para recargar energías, reforzar alianzas y mirar con esperanza lo que está por venir.

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