D.V. Opinión.
Nunca es sencillo proyectar o intentar anticipar el futuro, probablemente en ninguna faceta de la vida, y cuando hablamos de economía resulta, si cabe, más complejo hacerlo. Hace doce meses argumentábamos en estas mismas páginas cómo el devenir del año 2022, en lo económico, iba a depender principalmente de tres factores: la evolución de la Covid19, la de los pre-cios energéticos, ya disparados en aquel entonces, y la de una inflación cuya tasa interanual alcanzaba ya un 6,5% en España y el 6,8% en Estados Unidos. Y resultó, además, que a estos tres factores que amenazaban nuestras economías, se les sumó a comienzos de año un cuarto factor totalmente impredecible y que ha gobernado nuestras vidas desde su estallido en febrero pasado, la guerra de Ucrania.
Este estallido bélico, de forma totalmente imprevisible para la mayoría de nosotros, y más allá de opiniones personales sobre la bajeza moral de algunas de las personas más influyentes en este nuestro mundo, provocó un auténtico terremoto político y económico que afectó directamente a nuestras empresas y a nuestra economía doméstica, con el subsiguiente encarecimiento de los precios, especialmente en el ámbito energético, a niveles desconocidos desde hacía décadas.
Desde mi experiencia personal destacaría dos periodos claramente diferenciados a lo largo de este ejercicio 2022 en las empresas de nuestro entorno. Un primer semestre de fuerte demanda pese a los altos precios en la cadena de suministro, con un mercado que traccionaba media-tizado por los problemas de esa misma cadena de suministro y el miedo de las empresas a quedar desabastecidos corriendo el riesgo de tener que detener la producción. Los altos pre-cios de los costes energéticos, así como de otros eslabones de la cadena de suministro, provo-có una espiral alcista de los precios, con tasas de inflación por encima del 10% en muchos paí-ses europeos y en Estados Unidos en el periodo junio-agosto. La segunda parte del año, por el contrario, se ha visto afectada por una caída generalizada de la demanda. Los altos precios existentes, la subida de los tipos de interés por parte del BCE, un más que probable exceso de stock en muchas empresas y, sobre todo, la falta de visibilidad sobre el comportamiento de la economía en 2023 ha afectado a la demanda y ha hecho que las empresas afronten este inicio de 2023 con muchas dudas y pocas certezas.
Las recientes declaraciones de Christine Lagarde, presidenta del BCE, señalando que habrá alzas significativas en los tipos de interés aduciendo que "la inflación seguirá sobre nuestro objetivo durante demasiado tiempo”, nos dan idea de por dónde soplarán los vientos en la política fiscal que gobernará Europa estos próximos meses. Este movimiento de subida de tipos irá acompasado de una política monetaria restrictiva, corrigiendo el efecto que la expansión cuantitativa de los últimos años ha tenido en los precios. La inflación es el principal enemigo de la economía europea y americana en la actualidad y todas las medidas a adoptar por parte de los bancos centrales irán encaminadas a reducir y controlar la misma, provocando una inevitable ralentización de las economías mundiales. El impulso a los objetivos de crecimiento y ahorro de em-presas y particulares, respectivamente, pasan por comenzar a controlar la inflación y por con-seguir la firma de un tratado de paz en Ucrania, algo que, desgraciadamente, no se vislumbra en el corto plazo.
Con este punto de partida, las previsiones de los principales organismos nacionales e internacionales apuntan a tasas de crecimiento del PIB en España de entre 0,5% y 1,9%, algo lejos del 2,1% que sostienen desde el Gobierno Central. En cuanto a la Comunidad Autónoma Vasca, el Lehendakari anunciaba recientemente un crecimiento del 2% del PIB vasco para 2023, si bien otras fuentes cualificadas apuntaban a crecimientos más cercanos al 1,0%.
En este año se concentran, además, diferentes procesos electorales: municipales, forales, autonómicas y generales que, habitualmente, conllevan la adopción de medidas fiscales, sociales y económicas que podríamos definir como de corte electoralista. Desde nuestra posición como ciudadanos debemos responsabilizarnos en reclamar a nuestros gobernantes que actúen con honestidad y con visión a largo plazo.
En definitiva, este año 2023 se presenta incierto, condicionado por los esfuerzos y medidas económicas y fiscales encaminadas a controlar la inflación, con unas tasas de crecimiento esperadas débiles y la confluencia de un clima electoral cuasi permanente que añade un grado adicional de incertidumbre a la situación general. La buena noticia, valorémoslo tras haber sido testigos de su demoledor impacto, es que parece que dejaremos de hablar de la Covid19.
De cualquier manera, sin duda, la mejor de las noticias sería la finalización de la guerra de Ucrania, algo que, lamentablemente, no está en nuestras manos. Pero seguro que hay buena gente y gente buena trabajando para que esto suceda. ¡Que nuestro brindis de inicio de año sea por todos ellos!