D.V. Opinión
A las puertas de lo que todos entendemos como nuestro merecido descanso estival, y mirando hacia atrás, podemos comprobar como las perspectivas económicas negativas con las que iniciábamos este ejercicio 2023 no se han cumplido, al menos hasta el momento. Y es que, con una inflación disparada, costes energéticos elevados, perspectivas de crecimiento bajas, o incluso negativas, y los tipos de interés aumentando de forma agresiva, las expectativas no podían ser muy optimistas.
Por recapitular brevemente, y para ponernos en situación, conviene recordar que desde el segundo semestre de 2021 la economía mundial vino registrando un incremento desbocado de la inflación y que este factor se vio agravado de forma inesperada con el estallido de la guerra de Ucrania en febrero de 2022. Esta circunstancia, unida a una crisis energética sin parangón, provocó una subida de la tasa de inflación por encima del doble dígito en las economías occi-dentales. La rápida actuación de los bancos centrales, elevando de forma abrupta las tasas de interés, parece estar logrando doblegar el alza de la inflación, aunque es inevitable que estas medidas contribuyan a una desaceleración de la economía con consecuencias evidentes en el gasto público y privado y en el crecimiento económico de los países.
Esta combinación de factores, inflación elevada, incremento de los tipos de interés, una economía pública y privada endeudada e incertidumbre económica, provoca irreversiblemente una ralentización del consumo y por ende un enfriamiento de la economía, con algunos países como Alemania en crecimiento cero o Francia con una expectativa de crecimiento del PIB del 0,7%. El caso de España se nos presenta más halagüeño, habiendo sido anunciada reciente-mente por el Banco de España una revisión al alza en su previsión sobre el incremento del PIB 2023 de +2,3%, en gran parte por nuestra exposición al turismo y las buenas perspectivas exis-tentes en este sector.
La inflación actual, entre el 3% y el 4%, parece controlada, eso sí, lejos de los niveles con los que convivimos durante los últimos años. Los tipos de interés al 4% parecen haber tocado te-cho, pero nadie espera volver a niveles cercanos al 0% como los registrados hace no demasia-dos meses. Unos buenos datos de empleo y unos costes energéticos a la baja permiten adelantar que la batalla contra la inflación parece estar encaminada, si bien no ganada.
El problema que encaramos en esta segunda mitad de año está más centrado en el consumo privado y la inversión, factores necesarios para estimular la economía y consolidar el crecimiento. A nadie se le escapa que tan negativo es el efecto de una inflación desmedida, por provocar un efecto de empobrecimiento general en las personas, como la ausencia de consumo e inversión, provocada en parte por las altos tasas de interés que se registran en Europa y USA.
La ralentización del consumo público/privado y de la inversión limita la entrada de capital en las compañías, con lo que ello implica: paralización de la inversión, estancamiento en la generación de nuevo empleo, menor capacidad de compra de las personas y la amenaza de recesión eco-nómica hasta conseguir restablecer la inflación a los niveles deseados por las autoridades eco-nómicas.
Cuanto antes la Sra. Lagarde y sus expertos den por finalizada la batalla contra la inflación, antes el BCE comenzará a implementar una política monetaria expansiva liderada por una rebaja de los tipos de interés que incentive el consumo y la inversión, tanto para el sector privado como para la administración pública.
Entretanto, tras las recientes elecciones del 28 de mayo, están tomando forma las diferentes corporaciones y gobiernos que resultaron elegidos y dentro de tres semanas afrontaremos unas siempre interesantes elecciones generales. Redundaría, sin duda, en nuestro beneficio, que como resultado de todos estos procesos electorales se conciliaran de manera armónica las políticas sociales de un lado y los estímulos para la empresa y la industria de otro. Por el bien de todos. En el ámbito vasco persistirá el habitual afán por comprobar si, de una forma u otra, los partidos vascos siguen manteniendo su capacidad de influencia en la política española.
Haciendo memoria uno tiende a pensar que los últimos años han trascurrido más rápido de lo normal, con cambios sociales, políticos, económicos profundos e impredecibles. En un ejercicio teórico, y ante los escenarios ya vividos, los más pesimistas y agoreros hubieran anticipado el fin de la humanidad media docena de veces. Los que no lo somos, no dejamos de sorprender-nos por la increíble capacidad de adaptación del ser humano a pesar de los propios humanos.
Buen verano para todos ustedes, y tengan seguro que a partir de septiembre acontecerán nuevos escenarios inimaginables en estos momentos. Supongo que a estos también nos adaptaremos.