D.V. Opinión.
El ecosistema emprendedor de Gipuzkoa y el País Vasco, así como su posicionamiento en comparación con otros entornos similares, requiere un análisis detallado para identificar los facto-res clave que favorecen su éxito. Uno de los aspectos fundamentales es la necesidad de una industria de inversión sólida que respalde tanto los nuevos proyectos como aquellos que ya se encuentran en etapas más avanzadas de desarrollo o, incluso, en estado de madurez.
Siguiendo esta línea de argumentación cabría preguntarse cuál es la situación actual de esa fuerza inversora en nuestro entorno, en Gipuzkoa y en el País Vasco.
La realidad es que, en los últimos años, la evolución en este ámbito ha sido claramente positiva y de una dimensión importante. No creo que nadie pueda pensar que en estos momentos nos encontremos peor que hace cinco o diez años, si bien resulta complicado comparar nuestra situación con la de plazas financieras como Madrid o Barcelona, con una historia financiera e inversora más larga y con un mayor potencial por cuestión de tamaño. Pero creemos que las cosas se están haciendo bien, que se están dando pasos en la dirección adecuada.
Desde el ámbito privado, han surgido diferentes iniciativas en forma tanto de fondos de capital riesgo como de venture capital, que han impulsado un mayor dinamismo, especialización y sofisticación, situando el ecosistema inversor en un nivel superior. Actualmente, muchas de estas iniciativas se están consolidando y están acometiendo la siguiente fase de expansión, con la creación de nuevos fondos, más grandes y con mayor potencial inversor. Al mismo tiempo, las entidades financieras tradicionales están tomando posiciones en el sector, participando en estos fondos y dotándoles, por tanto, de una mayor capacidad inversora.
Además, en ese mismo ámbito privado, también han proliferado los Family Office, vehículos que canalizan la inversión de familias con grandes patrimonios con capacidad y una clara vocación inversora. Si bien este modelo no es nuevo, su evolución hacia estructuras más profesionales les ha permitido ganar protagonismo en la dinamización de la inversión. Adicionalmente, suelen apostar por proyectos cercanos, que entienden mejor, favoreciendo la reinversión de la riqueza generada en nuevas iniciativas con el objetivo de seguir impulsando el crecimiento económico y la generación de riqueza.
A este ecosistema inversor también se suman otros actores con un papel relevante, como las EPSVs y las fundaciones bancarias, que cuentan con un importante potencial inversor y pueden contribuir a la consolidación y expansión del tejido empresarial.
Desde el ámbito público, las administraciones llevan tiempo impulsando y fomentando la inversión. Las diputaciones forales, por ejemplo, han implementado en los últimos años medidas y normativas atractivas para que los inversores del ámbito privado tengan incentivos para instalarse y desarrollar su actividad desde nuestro territorio.
Además, se están dotando de más recursos a los vehículos de inversión pública ya existentes, algunos con una larga trayectoria, permitiéndoles acometer más y mayores proyectos de inversión. No cabe duda de que los mensajes lanzados desde las instituciones, incluso por el propio Lehendakari, fomentando el arraigo y apostando por la toma de participación en empresas del País Vasco, marcan el camino emprendido por las instituciones públicas en este ámbito. Pero el deseo de arraigo, que tanto se quiere impulsar tanto desde las instituciones públicas como desde las entidades del ámbito privado debe ir más allá del propio mantenimiento de las compañías en el País Vasco y debe impulsar a nuestras empresas a ganar tamaño y ser actores principales en sus mercados y en un mundo donde la competencia es cada vez más agresiva.
Un ejemplo práctico reciente de esta fuerza inversora ha sido la toma de control de Talgo por parte del brazo inversor de Sidenor que, apoyado por otros inversores públicos y privados mencionados anteriormente, ha conseguido hacerse con el control de la compañía.
Esta colaboración público-privada entre las distintas tipologías de inversores puede ser la clave para acometer proyectos de cada vez mayor calado y relevancia que puedan ayudar a generar riqueza. Si bien el ecosistema inversor en el País Vasco está evolucionando positivamente, es innegable que fuera de la región existen estructuras con una capacidad aún mayor. Además, afortunadamente, el País Vasco y muchas de nuestras empresas resultan muy atractivas para este tipo de inversores, y más que verlos como una amenaza, deberían considerarse aliados estratégicos y colaboradores en el proceso de consolidación y fortalecimiento de un tejido empresarial e industrial puntero como el que tenemos.