Descubre en qué consiste cada fase del proceso concursal, cuáles son los derechos y deberes de los implicados y cómo tomar decisiones estratégicas con rigor jurídico y visión financiera.
El proceso concursal es una herramienta legal diseñada para abordar situaciones de insolvencia empresarial de forma ordenada y con garantías para todas las partes implicadas. En el caso de empresas medianas, grupos familiares o corporaciones con estructuras complejas, la toma de decisiones ha solido estar centralizada en un pequeño grupo de personas, con frecuencia los propios fundadores o sus herederos. Esa cercanía ha permitido durante años una gestión eficaz, rápida y muy conectada con el pulso del negocio.
Sin embargo, cuando la empresa alcanza ciertos niveles de complejidad, crecimiento o enfrenta contextos adversos, esa toma de decisiones informal o intuitiva puede mostrar sus límites. Es precisamente en estos escenarios donde la capacidad para gestionar con profesionalismo, criterio técnico y respaldo legal se vuelve imprescindible. El proceso concursal, lejos de ser el final de un camino, puede constituir una oportunidad estratégica para reorganizar la compañía, proteger su valor y sentar las bases de una gestión más robusta. Este artículo desarrolla una guía completa sobre las fases del procedimiento, sus implicaciones legales y financieras, y los puntos críticos que deben atenderse desde la óptica de los órganos de gobierno y asesores especializados.
El concurso de acreedores es un procedimiento judicial que se activa cuando una empresa no puede cumplir regularmente con sus obligaciones de pago. Puede ser solicitado por la propia empresa (concurso voluntario) o por sus acreedores (concurso necesario).
Optar por el concurso voluntario permite a la empresa anticiparse al deterioro de su situación financiera, mantener mayor control sobre el procedimiento y preservar más opciones para negociar un convenio o proteger activos esenciales. Iniciar voluntariamente el concurso demuestra diligencia por parte de la administración y facilita una gestión proactiva del proceso, con menor riesgo de pérdida de valor y mayor credibilidad ante acreedores e inversores.
Esta fase inicia con la presentación formal ante el juzgado, acompañada de una memoria económica, contable y jurídica detallada. En el concurso voluntario, la empresa conserva parte del control de su gestión. Si es admitido, el juez declara el concurso y designa al administrador concursal. A partir de este momento, se suspenden ejecuciones individuales, lo que proporciona un marco de estabilidad para valorar soluciones.
Durante esta etapa se realiza el inventario de bienes y derechos, así como la lista provisional de acreedores. La administración concursal examina la documentación y prepara un informe sobre la situación patrimonial y contable de la empresa. Esta fase es clave para estructurar una propuesta de convenio viable o, si no se ve posible, para planificar la liquidación con orden.
Si existen posibilidades de continuidad, se propone un convenio con quitas, esperas u otras medidas que permitan pagar las deudas con sostenibilidad. El convenio requiere el voto favorable de una mayoría de acreedores. Si no hay viabilidad, se entra en liquidación, donde los activos se venden ordenadamente para pagar a los acreedores. En esta fase, la protección del valor del negocio y la gestión del proceso de venta adquieren protagonismo.
Al final del proceso, se analiza si el concurso fue fortuito o culpable. Si se detecta dolo o negligencia grave, puede derivarse responsabilidad personal para los administradores. En la conclusión, el juez dicta el cierre del concurso. Si hubo liquidación, la empresa puede extinguirse; si hubo convenio, se continúa bajo supervisión hasta su cumplimiento.
Empresa y órgano de administración: deben colaborar con diligencia con la administración concursal, presentar información veraz, evitar decisiones perjudiciales y actuar con responsabilidad para no comprometer el patrimonio personal de los socios o administradores.
Acreedores: tienen derecho a impugnar el reconocimiento de créditos, votar en el convenio y recibir información clara y periódica sobre el estado del proceso.
Administrador concursal: examina la documentación, gestiona el patrimonio, informa al juzgado y vela por la equidad en el trato a todos los acreedores.
Un asesoramiento especializado debe poner el foco en los siguientes aspectos durante todo el proceso:
Es clave seguir estas directrices, desde una visión consultiva, para garantizar un proceso favorable:
El procedimiento concursal pone a prueba la gobernanza empresarial. Contar con estructuras sólidas no solo cumple con la normativa, sino que protege a los órganos de gobierno:
Cumplir con estas prácticas no solo evita sanciones, sino que ofrece un marco de estabilidad para tomar decisiones complejas con seguridad jurídica y respaldo documental.
Gestionar eficazmente un proceso concursal exige una combinación de rigor jurídico, visión financiera y capacidad de liderazgo. Para las empresas medianas y familiares, no se trata solo de cumplir con la ley, sino de tomar decisiones que protejan el futuro del negocio, el empleo y el patrimonio de los socios. La insolvencia no tiene por qué ser el final: bien gestionada, puede ser una nueva oportunidad para reorganizar, aprender y fortalecer la empresa desde sus cimientos.