Luis Molowny y Rafael Salido, socios de NORGESTION analizan cómo estos dos instrumentos financieros no solo pueden convivir, sino complementarse para ofrecer soluciones flexibles y a medida a las empresas.
El panorama del mercado de financiación para las empresas está evolucionando a gran velocidad, con la coexistencia cada vez más frecuente de los fondos de private equity y los fondos de deuda privada. Ambos instrumentos cumplen funciones diferentes dentro del mercado, pero su complementariedad está permitiendo a las empresas optimizar sus estructuras de capital y financiación en función de sus necesidades estratégicas. “La deuda privada en España ha seguido un patrón similar al de otros mercados internacionales, especialmente el estadounidense, donde estos instrumentos surgieron hace años como una solución flexible frente a las limitaciones que enfrentaba el sistema bancario tradicional”, señala Luis Molowny, Socio Co-Responsable de Corporate Finance de Norgestión. En este sentido, la regulación bancaria más estricta impuesta por el Banco Central Europeo y el Banco de España ha limitado la capacidad de los bancos para participar en ciertas operaciones, abriendo la puerta a la financiación alternativa.
A pesar de que private equity y deuda privada pueden competir en determinadas operaciones, sus enfoques y objetivos son distintos. Mientras que los fondos de private equity buscan tomar participaciones de control en empresas con el objetivo de acelerar el crecimiento y generar valor en el corto o medio plazo, los fondos de deuda privada proporcionan financiación sin necesidad de intervenir activamente en el negocio. “La financiación bancaria sigue siendo la primera opción para las empresas”, explica Rafael Salido, Socio Responsable de Restructuring & Debt Advisory de Norgestión.
“Sin embargo, en aquellos casos en los que la banca no puede cubrir todas las necesidades, los fondos de deuda privada están empezando a coexistir de manera más natural con el sistema bancario”, añade. Esto se traduce en estructuras de financiación híbridas, donde la deuda bancaria se combina con deuda subordinada o instrumentos con condiciones más flexibles.
DOS ENFOQUES DIFERENTES
El crecimiento de la deuda privada en los últimos años ha sido impulsado non solo por el mencionado endurecimiento de la regulación bancaria, que ha restringido la capacidad de los bancos de financiar ciertos tipos de operaciones. También es el resultado del dinamismo y capacidad resolutiva que aportan estos actores a la hora de cubrir las necesidades de financiación de muchas empresas, especialmente en proyectos de fuerte crecimiento y que requieren grandes inversiones de capital.
La elección entre un fondo de private equity y uno de deuda depende de la situación de la empresa y de sus objetivos estratégicos. “Hay situaciones en las que la entrada de un fondo de capital riesgo puede no ser la solución idónea para la empresa en ese determinado momento”, comenta Luis Molowny. “Por ejemplo, grupos familiares que quieren mantener el control de su negocio, pero se enfrentan a importantes planes de expansión sin posibilidad de acceder a financiación tradicional empresarias, pueden optar por un fondo de deuda sin ver diluida su participación”, explica. Esto permite a las empresas abordar proyectos de crecimiento cuando la venta a medio plazo del negocio no entra en sus planes, como sí suele ocurrir con el private equity. En otros casos, la deuda privada puede ser una primera fase antes de considerar la entrada de un inversor en equity. Familiarizarse con un actor que, sin las ventajas de socio de equity sí puede contribuir estratégicamente al desarrollo de un proyecto, puede ser un paso previo interesante antes de abordar una siguiente etapa con un fondo de capital riesgo. Otro caso habitual es el de empresas que recurren inicialmente a deuda privada y, una vez estabilizadas, refinancian su estructura con financiación bancaria o dan entrada a un fondo de capital riesgo. “Un caso típico es el de operaciones unitranche, donde una empresa inicialmente se apoya en un fondo alternativo y, más adelante, vuelve a bancarizarse”, explica Rafael Salido. Este modelo ha sido común en sectores como la hostelería tras la crisis del covid, donde muchas compañías acudieron a fondos privados para superar la incertidumbre y posteriormente se refinanciaron con bancos.
TENDENCIAS EN EL MERCADO
El auge de la deuda privada ha llevado a un aumento en la competencia y especialización de los actores del mercado. “La competencia siempre es positiva y fomenta la innovación”, comenta Rafael Salido. “Tanto en la banca como en los fondos, estamos viendo una mayor especialización en distintos tipos de financiación, desde avales hasta líneas de circulante o soluciones más sofisticadas”, añade. La diversificación de instrumentos financieros ha permitido que las empresas puedan acceder a soluciones a medida, adaptadas a sus necesidades específicas. Esta evolución es especialmente relevante para las pymes, que en muchos casos no tienen acceso a financiación bancaria tradicional y deben recurrir a fondos especializados. Otra tendencia clave es la creciente flexibilidad por parte de todos los actores del mercado. Fruto de la cada vez mayor competencia o del propio desarrollo del mercado, entre otros factores, estamos observando cómo los inversores se adaptan y adecuan sus estructuras a las necesidades de las empresas y los empresarios”, explica Molowny. En cuanto a los costes y estructuras, existen diferencias significativas entre los fondos de deuda y la banca tradicional. “La estructura y el coste dependen de la filosofía del fondo y de la operación. Si el fondo trabaja con garantías ‘asset-backed’, el precio será más alto. En cambio, si la operación tiene garantías similares a las bancarias, los costes pueden ser más bajos”, según comenta Salido. No obstante, lo fundamental no es solo el tipo de interés, sino la flexibilidad y las condiciones de la financiación.
UN CAMBIO IMPARABLE
Ante este panorama en constante evolución, contar con asesores especializados es esencial para que las empresas puedan elegir la mejor opción de financiación. “Nuestra labor es acompañar al cliente en el proceso, ayudándole a identificar la mejor alternativa para su operación. Introducir competencia en un proceso no tiene como único objetivo optimizar la transacción para el cliente, sino que éste cuente con una visión amplia de las opciones existentes en el mercado”, explica Molowny. La selección del inversor adecuado puede marcar la diferencia en el éxito de una operación. “Cada operación es única y contar con el asesor adecuado puede ser determinante. Cuanto más estructurada y organizada esté una compañía, mayor será su valor y más atractiva resultará para los inversores”, concluye Rafael Salido.
Más allá de las particularidades de cada solución, la convivencia entre private equity y deuda privada no solo es una realidad, sino que está transformando la manera en la que las empresas estructuran su financiación. Lejos de ser competidores directos, ambos instrumentos pueden coexistir y complementarse, proporcionando a las empresas una mayor flexibilidad y capacidad de crecimiento en un mercado cada vez más sofisticado. De cara al futuro, se espera que la la relación entre estos dos actores siga evolucionando. A pesar de los desafíos, tanto Molowny como Salido ven un mercado con grandes oportunidades “Prevemos crecimientos en las operaciones que involucren bien a un fondo de capital riesgo bien a un fondo de deuda privada pero también una creciente cohabitación donde los últimos ayuden a extender la vida media en ciertas estructuras de capital riesgo o en aportación a proyectos donde el sponsor haya llegado a su límite de inversión o exceda la capacidad del mismo”. En definitiva, private equity y deuda privada no son rivales, sino herramientas complementarias dentro del ecosistema financiero. La clave está en entender cuándo y cómo utilizar cada una para maximizar el crecimiento y la estabilidad de las empresas.
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