D.V. Opinión.
Hace ahora un año, nos adentrábamos en 2023 en un contexto internacional profundamente impactado por las consecuencias del conflicto bélico desatado en 2022 entre Rusia y Ucrania, envuelto en una crisis energética sin precedentes que desencadenó un alza acelerada de la inflación que forzó a los bancos centrales a liderar un ciclo agresivo de subidas de tipos de interés.
Pero el año comenzó con fuerza, sin sufrir apenas las secuelas de la tan temida crisis energética y, acercando el foco a nuestra realidad más próxima, la fuerte recuperación del turismo y la subsiguiente mejora del consumo público y privado, contribuyeron a que la economía española creciera a buen ritmo durante la primera mitad de 2023. Sin embargo, en el segundo semestre la economía ralentizó su ritmo de crecimiento, afectada por un conjunto de factores entre los que podemos destacar la inflación, impulsada por el aumento de los precios de los alimentos y el repunte del precio del petróleo, el impacto en el consumo y la inversión de unos tipos de interés elevados y la marcada desaceleración del crecimiento en la eurozona. De este modo, si el PIB creció un promedio del 0,5% intertrimestral en la primera mitad de 2023, en el tercer trimestre la economía solo creció un modesto 0,3%. Con todo, se prevé que la economía crezca en España un 2,4% en el conjunto de 2023, con un perfil que ha ido de más a menos.
Para 2024 se prevé que nuestra economía modere su ritmo de crecimiento hasta el 1,4% - 1,6% del PIB bajo la influencia de tres factores clave: la inflación, los tipos de interés y los conflictos geopolíticos actualmente vigentes, Ucrania e Israel principalmente.
Comenzando con la inflación, con una previsión de cierre del 3,4% en 2023, existe un razonable consenso en lo referente a su evolución prevista, proyectándose una reducción parcial de la misma hasta el 3,3% para 2024 y tasas más razonables del 1,9% - 2,0% para años posteriores.
En lo referente a los tipos de interés, recordando que actualmente el tipo del BCE se encuentra en el 4,5%, algunos analistas vaticinan para 2024 una reducción de entre 50-75 puntos básicos, aunque otros, más conservadores, ven complicado este ajuste dada una perspectiva de inflación para este año superior al 3%.
En cuanto a los conflictos geopolíticos, qué decir más allá del drama humano que los mismos implican. Lamentablemente estamos acostumbrándonos a convivir en una permanente tensión global. Al drama que se vive en Ucrania desde febrero de 2022, de difícil solución a pesar de la involucración en el mismo de numerosos organismos internacionales, este año se ha unido el conflicto que enfrenta a Israel y Palestina en Gaza, con un intricado enfrentamiento político-religioso que no permite vislumbrar una solución en el corto plazo. Cualquier solución in-mediata a estos conflictos, así como la ausencia de nuevos focos bélicos, mejoraría sin duda las perspectivas de crecimiento económico mundial.
En 2024 la economía española se enfrenta a tres grandes lastres identificados por el propio Banco de España que ponen en peligro el crecimiento esperado: el déficit fiscal, la baja productividad y la todavía elevada tasa de paro.
El déficit de las administraciones públicas y el elevado nivel de la deuda pública que alcanza un nivel cercano al 110% del PIB tienen una difícil solución y en cualquier caso éste no parece ser un problema crucial para el gobierno actual, centrado en adoptar políticas fiscales y sociales expansivas, financiadas a través de una presión fiscal al alza tanto para los ciudadanos como para las empresas. Únicamente cierto rigor presupuestario impuesto desde Bruselas podría corregir esta tendencia peligrosa. Una baja productividad y una creación permanente de empleo de baja calidad, mayoritariamente ocupado por la llegada de población extranjera, provo-ca, además, que la brecha en términos de PIB per cápita (riqueza por habitante) respecto a la eurozona no disminuya.
En Euskadi, en un año de marcado perfil electoral, los retos a afrontar son similares, y la previsión de crecimiento del PIB para 2024 del 2,1%, versus el 1,6% previsto en España, debería permitir generar empleo y fomentar la inversión público-privada en nuestro territorio.
Uno de los grandes retos a los que se enfrentan nuestras empresas es el de lograr crecer generando empleo de calidad. Para ello fomentar un marco de colaboración empresa-trabajador se antoja fundamental, dejando atrás el dudoso honor de encabezar todos los ránquines de absentismo o conflictividad laboral, que lejos de mejorar las condiciones de los trabajadores provoca parálisis en la generación de empleo y perdida de atractivo de nuestra tierra a ojos de la comunidad inversora.
Resumiendo, 2024 debiera ser un año de crecimiento moderado, con muchos desafíos y algunas incertidumbres. Viviremos de nuevo escenarios imprevistos que pondrán a prueba nuestra capacidad de adaptación y superación, algo que después de lo vivido en los últimos años, lejos de amedrentarnos nos debe mover a la acción, y es que lo predecible ha pasado a ser poco motivador… ¡aunque a veces lo añoremos!